Por: Nelson Remolina (08/08/2013)
El valor de los datos no es sólo económico sino también social, científico, político y cultural.
Son innegables, inimaginables y hasta inevitables las cosas que pueden alcanzarse con el trío conformado por datos personales, tecnología y análisis. A partir de ellos puede contarse con instrumentos para tomar mejores decisiones y predecir algunas cosas.
La expresión big data no es sólo “grandes datos” sino, ante todo, las grandes cosas que se pueden hacer con incalculables cantidades de información. Se trata de innovación basada en el uso de ingentes volúmenes de datos. Es una especie de “minería de datos” avanzada y a gran escala que se gestó desde el siglo XX y se realiza sobre muchísimos datos de diversa naturaleza y origen.
Los datos personales son la moneda de oro de la economía digital y el motor de la economía del siglo XXI. Los datos son el negocio de los negocios!!!
Como quiera que los datos personales son un activo y generan valor para las organizaciones y el Estado, no cesarán los esfuerzos para, de una parte, flexibilizar su uso, especialmente frente a regulaciones que siguen, en buena medida, el modelo europeo sobre tratamiento de datos personales, y de otra parte, exigir el debido tratamiento de esa información para evitar la eventual vulneración de los derechos de las personas cuando su información es tratada indebidamente.
Los beneficios o maleficios del “big data” dependerán del uso ético y responsable que haga quien posee enormes cantidades de datos sobre diversos aspectos de millones de personas alrededor del mundo.
Con la tecnología se puede hacer casi todo. La pregunta que surge es la siguiente: todo lo tecnológicamente posible, es social y humanamente deseable? Algunos ejemplos para reflexionar en torno a esta cuestión se encuentran en los siguientes libros: (1) “Big data: A revolution that will transform how we live, work and think” de Viktor Mayer y Kenneth Cukier, y (2) “IBM y el Holocausto: La alianza estratégica entre la Alemania Nazi y la corporación más poderosa de América” escrito por Edwin Black.
Nótese que las normas sobre tratamiento de datos personales fueron una respuesta, entre otras, a lo sucedido durante la II Guerra Mundial con la información personal contenida en los censos poblacionales de Alemania en dónde se evidencio que el uso indebido de datos personales genera consecuencias catastróficas. Comenta Roberto Bardini (2003) que gracias a la tecnología se pudo: “cruzar nombres, direcciones, genealogías y cuentas bancarias de ciudadanos caídos en desgracia. Con las tarjetas perforadas Hollerith adaptadas a sus necesidades, los nazis automatizaron datos sobre judíos, gitanos, izquierdistas, clérigos e ‘inadaptados’. Después de identificarlos se podía organizar metódicamente confiscaciones de bienes, deportaciones, reclusión en ghettos o campos de concentración, explotación laboral y, finalmente, la aniquilación masiva”
La tecnología y la información no son por sí solas el problema. Todo radica en su uso. Si se puede hacer algo con la información, alguien lo va a hacer (o lo está haciendo): Hacia dónde vamos a seguir y a dónde vamos a parar?
Bienvenida la innovación, bienvenido el big data pero también bienvenida la reflexión crítica sobre los riesgos del big data. No podemos ser espectadores ingenuos y ciegamente maravillados por lo que nos dicen sobre el big data. Parafraseando a Luis de Gongora y Argote, las palabras son cera y los hechos acero. La cosas no siempre son como nos las dicen o como parecen ser.
“Big data” puede ser un “big problem” y no debe ser visto sólo desde una cara de la moneda. Un análisis parcial y parcializado de dicho fenómeno podría ser costoso socialmente. Vale la pena traer a colación la siguiente reflexión de Edgar Morín que puede ser útil para repensar muchas cosas que han sucedido y seguirán sucediendo en nuestra sociedad:
“De ahí la paradoja: en el siglo XX ha habido avances gigantescos en todos los campos del conocimiento científico, así como en todos los campos de la técnica; pero simultáneamente se ha producido una nueva ceguera ante los problemas globales, fundamentales y complejos, y esta ceguera ha generado innumerables errores e ilusiones, empezando entre los científicos, los técnicos y los especialistas.
¿Por qué?. Porque se desconocen los principios fundamentales de un conocimiento pertinente. La parcelación y la compartimentación de los saberes nos hacen incapaces de captar lo que está tejido conjuntamente. ¿No debería el nuevo siglo liberarse del control de la racionalidad mutilada y mutilante para que la mente humana pueda por fin controlarla?” (MORIN, Edgar. 2001. Los sietes saberes necesario para la educación del futuro. Barcelona, España: Editorial Paidós, pags 61-62)